| martes, 13 de enero de 2009

INTERNET NO ENTIENDE DE EDADES


Gilma Manchón Gual nació en Cuba en septiembre de 1942, en un pequeño pueblo llamado Palma Soriano, en la provincia de Santiago de Cuba. Desde pequeña siempre se mostró como una niña inquieta que tenía ansias por saber y conocer todo lo que pasaba a su alrededor. Cuando se casó, con dieciocho años recién cumplidos y a penas dos años después del triunfo de la Revolución Cubana, se trasladó a la Habana, capital de la isla caribeña. Allí tuvo a tres niñas y, mientras su marido trabajaba, se dedicaba al cuidado de las pequeñas y a sacarse la licenciatura de Psicología.

Con el tiempo, la entrada y salida de información en la isla estaba cada vez más controlada y restringida. El material informativo llegaba a manos de unos pocos que decidían que era lo que hacían llegar a la población a través de dos únicos canales televisivos y un periódico de tirada nacional. Pero la tecnología avanzó y, con ella, llegó para el mundo una ampliación de la oferta informativa, nuevos canales televisivos, muchos de ellos informativos y el incremento de las distintas formas de prensa escrita. Y mientras todo esto ocurría en prácticamente todo el globo terráqueo, la población cubana se tenía que conformar con la poca información exterior que ponían a su alcance. Eso, o recurrir a métodos no legalizados para tener noción de lo que pasaba alrededor. Algunas familias, un porcentaje mínimo, comenzaron a tener acceso ilegal a antenas parabólicas. Entre ellas la de Gilma, que no se quedaba quieta ante las limitaciones y que cuanto mayor se hacía más crecían sus ganas de saber. El número de canales de estas antenas comenzó siendo pequeño, entre ellos podíamos encontrar CNN, canal informativo y noticiario, HBO, canal de entretenimiento (la mayor parte de su programación consiste en películas, y hablo en presente porque en la actualidad, todavía existe) Discovery Channel, canal de contenido documental y Cartoon Network, de dibujos, entre otros.

Hoy en día, Gilma reside en España y, aún, a sus sesenta y seis años no ha calmado su sed de conocimiento. Ella se levanta y automáticamente enciende el ordenador fijo que hay en su habitación. Lo utiliza para navegar por Internet, entra en todas las páginas web de diarios que conoce, tanto de su país de residencia como del resto del mundo. El listado de sus Favoritos es muy amplio. Esto, sólo durante la mañana. Después de haberse empapado de todas las noticias mundiales, se conecta vía MSN y Yahoo Messenger y contacta con miembros de su familia y viejos amigos y conocidos que se encuentran viviendo en los Estados Unidos. Además, también se comunica con dos de sus hijas, una vive en Benicàssim y la otra en Cuba. No contenta con esto, le ha creado a la tercera de sus hijas un espacio en Facebook, en él se dedica a subir fotos de su “niña”, comentar otras de conocidos que tiene agregados y también busca a antiguos amigos que formaron parte de su juventud.

El día que se rompe su rutina porque tiene alguna intrusa metida en el que ella llama “su ordenador” se vuelve como loca y no descansa hasta conseguir que se levante del sitio que a ella le corresponde. Es lo que lleva ocurriéndome esta mañana mientras escribo esto, porque Gilma es mi abuela y todo un ejemplo para mi de lo que es no conformarse con saber y creerte sólo lo que te digan sino de buscar y rebuscar en las distintas fuentes y medios que tenemos al alcance de nuestras manos para crearnos una propia opinión.




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